Los sueños olímpicos nacen en cualquier lugar del planeta y de cualquier manera. Da igual quién seas o cuáles sean tus circunstancias. Hay algo en el olimpismo que trasciende todas las barreras. Su espíritu llega a cualquier rincón del mundo, como, por ejemplo, a un pueblo de una isla perdida en medio del Atlántico llamada Fuerteventura.
Allí, en Morro Jable, una localidad de poco más de ocho mil habitantes, creció nuestra protagonista de hoy: Julia Castro. Allí pasó su infancia y su adolescencia, soñando con unir sus dos grandes pasiones, el deporte y la comunicación.
El deporte fue su vía de escape al bullying que sufrió en su adolescencia. Su hiperactividad le hizo probar la hípica, la vela, el baloncesto, el karate o el atletismo. En los 100 metros vallas encontró su disciplina, logrando hasta 4 medallas de oro en un Campeonato de Canarias. Sin embargo, una lesión de rodilla le alejó para siempre de las pistas.
Apareció entonces en su vida el kitesurf. Julia trabajaba en el Campeonato del Mundo que se celebra en Fuerteventura cada año y, como no tenía dinero, intercambiaba fotos por clases de kite. Al principio, con material prestado por sus amigos de la playa, hasta que en 2011 consiguió adquirir su primera tabla. El resto es historia. Cuatro veces Campeona de España de Wakeboard, Subcampeona del Mundo de Kite Park y séptima en el Campeonato del Mundo de CableWakeboard, entre otros logros.
Durante su etapa como deportista profesional fue cultivando su pasión por comunicar. En su página de Facebook comenzó a vloguear sus aventuras y desventuras por el mundo y descubrió que había algo en su manera de contar las cosas que a la gente le gustaba.
En el año 2017 se subió a un avión para ir al Campeonato del Mundo de CableWakeboard en China y su vida, su pasión por comunicar y el deporte se encontraron a miles de metros por encima del mar. A su lado se sentó el presidente de la Federación Europea de la modalidad, que le contó que tenían un problema de marketing y comunicación. Julia no dejó pasar la oportunidad: “Oye, yo comunico y hago redes sociales para mí misma, podría probar”. Bingo.
Solo unos meses después ya estaba al mando de la comunicación del Campeonato de Europa y África con tan solo 23 años. A partir de ahí, más de 25 eventos de toda índole: kitesurf, wingfoil, esquí náutico, surf, fiestas… Una navaja suiza, como le gusta definirse.
Y entonces, una llamada de su amigo Nolo: “Oye, ¿Estás en Fuerteventura?, ¿qué haces la semana que viene? Hay un evento de vela pre-Olímpico en Lanzarote, en Marina Rubicón. ¿Te apetece venir a llevar las redes?”.
Sin tener ni idea (de vela) ni miedo (en general), aceptó sin dudar. Así descubrió lo que hoy es su gran pasión. Lo suyo con la vela, nos cuenta, fue un “match instantáneo”. Curiosamente, en esa prueba se repartían las tres últimas plazas para los JJOO de Tokyo.
“Creo que aporté algo diferente cuando llegué al mundo de la vela. Era un mundo muy correcto y aparecí yo con mi inglés, que no es nada estricto, y creo eso ayudó a que mucha gente se sintiera representada por mí. Además, vi que había un mundo por explotar y mucho trabajo por hacer”, cuenta.
A partir de ese evento comienza a trabajar regularmente con la Federación Internacional de Vela y, estando en un evento en Mallorca, uno de sus compañeros le dice que hay un 50% de posibilidades de que vaya con ellos a los juegos de París. “Me pase tres días sin dormir hasta que llegó la llamada”, confiesa.
Y la llamada llegó. Julia cumplió su sueño y se plantó en París 2024 “representando a todas las mujeres, a la gente que no habla bien inglés perfecto, a toda la gente joven y a la gente que viene de pueblos chiquititos”. Bueno, en realidad en Marsella, porque la vela es un evento satélite en los JJOO. Vamos, que se celebra en otra ciudad.
Sin embargo, Julia no iba a perder la oportunidad de descubrir la villa olímpica, así que se plantó en París en la previa para poder disfrutar del ambiente. En esa visita exprés se encargó de demostrar su talento. Junto a sus compañeros, idearon un reel sobre dónde estaba la vela en París 2024 que se fue viral con más de 500.000 reproducciones.
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Ahora, de vuelta en casa, lo tiene claro: “Ha sido la mejor experiencia de mi vida. Estuve dos semanas con la piel de gallina y muy emocionada. Estoy súper orgullosa del trabajo que hice y de la gente que me acompañó y me ha acompañado todos estos años”, explica.
Y antes de despedirse, nos deja una reflexión para “todos los que vienen de pueblos chiquititos. Me encantaría que esto les sirva de ejemplo. Da igual lo pequeñito que sea el lugar de dónde vienes. Les invito a soñar en grande”.